Para entender qué es el acero y su importancia en el mundo hay que conocer su historia. Todo comienza en la edad de hierro, pero no en su etapa temprana, que inició alrededor del siglo XII antes de cristo (año 1200 a. C.), sino más tarde, cuando se descubrieron nuevos métodos para la extracción de este mineral y, por consiguiente, un mejor hierro forjado, alrededor del año 1000 antes de Cristo.
Como es bien sabido, el hierro no se puede encontrar puro en la naturaleza debido a que se oxida ante la presencia del oxígeno en el aire. Por esta razón solo se halla en su forma de óxido de hierro, motivo por el que los procesos de extracción y transformación consisten esencialmente en eliminar el oxígeno presente.
De hecho, el proceso de fabricación de acero se dio casi de manera accidental. En aquellos días los herreros trabajaban el hierro forjado utilizando carbón vegetal para calentarlo, ya fuese en un horno bajo o en un crisol, lo que producía un hierro metálico lleno de impurezas.
Para obtener mejores resultados martillaban con fuerza el metal para expulsar toda la escoria posible y soldar el hierro. El resultado era un hierro forjado más duro y resistente.
A esto se sumaron las diferentes técnicas que se exploraron para mejorar sus características, como el enfriado rápido utilizando agua o aceite, todo esto formaría las bases para el desarrollo de lo que nosotros entendemos que es el acero.
Tuvieron que pasar siglos de mejoras lentas, pero efectivas durante el resto de la edad de hierro y época medieval que aceleraron los tiempos de producción, pudiendo abastecer grandes ejércitos e impulsar así el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, no fue sino hasta la era moderna y después de la revolución industrial, cuando en el siglo XIX, en el año 1856, el inventor Henry Bessemer revolucionó la metalurgia.
Fue la invención de El convertidor de Bessemer lo que permitió convertir el arrabio, material fundido derivado de la producción del hierro, al utilizarlo como materia prima para la producción de acero de alta pureza que conocemos en la actualidad.
El convertidor fue antecedente de los altos hornos eléctricos modernos que, desde 1960, permitieron la producción de acero mejorado al obtener hierro con una concentración menor al 2% de carbono. Además de poder producir el metal de forma mucho más veloz, pura, utilizando incluso chatarra y obtener una gran calidad, resistencia y durabilidad.